un paso al lado... y luego adelante

Esta vez, trataré de no equivocarme.
Procuraré no dejarte.
O al menos explicarte.
Lo que pasó en el camino a olvidarte.

Porque fui amable.
Con la salida más cobarde.
A la intención de no afrontarte.
Al cabo de no tener que mirarte.

Para encararte.
Me hacia falta confesarte.
Que nunca fui constante.
Más menos distante.
De lo que intenté manifestarte.

Siempre me resultaste un sin fin de letras que intentan decir algo que no tiene más razón que la simplicidad de tus acciones.
Nunca te di lo mejor de mí, tú menos hiciste lo tuyo.
Porque nos agradamos en la simpleza, en la pereza y la tristeza.
Porque siempre fuimos más de lo que el otro podía aguantar.
Porque mi forma utópica de verte estaba tan lejana de quien eras realmente.
Por tanto la culpa irresponsable es propia del ignorante, y en mi caso, agacho la cabeza ante tu victoria, lo cual me abate.

Jamás me serás un buen recuerdo, la idea de dejarte ir no es algo que vea como próximo, más sólo te puedo asegurar con creces cuan nefasto te me haces a la hora de saberte.

Si nunca te fuiste cuando te lo pedí, sólo accediste a marcharte cuando te necesite. Ahora bien, te memoro de vez en tanto con el mero propósito de entender que todo tu esfuerzo por ser, se lo entregas a un no se quien, esperando la repuesta que yo nunca te entregue.

Y aunque continuamente me negué a hablar, escribir, o incluso pensar en ti. Hoy por hoy lo hago, a sabiendas de dejarte atrás, y no es fácil, menos aliviante, dejar ir, ya que has sido el hombre que me ha resultado más importante.