De día nos tocó entender que las noches son de otros. De la claridad que habló por las mañanas cuando ya nos disgustamos nuevamente ante la similitud de las palabras sordas. Nunca me caíste en gracia, nunca resulté la gracia que te imaginabas. Te dijeron mucho, tanto menos de lo que resulté en realidad, más los adornos que le otorgaste a lo que querías, no fueron los suficientes, pero de igual forma calentaban tus días. Siempre de inverno, de nieves oscuras, de pensamientos enajenados, de gritos encerrados.
De noches amigas, de manos tan frías, mientras las luces veían, a tu sombra caminar junto a la mía.
Eres tanto más de lo que sabes y de lo que crees, tanto más de lo que esperas. Lamentablemente, ese es tu gran, único, e inmenso miedo. Miedo del hombre que aparenta ser de fierro.
Quizás eras tú, y me di cuenta tarde. Probablemente seas tú.
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