sábado, 13 de abril de 2013

los años que no pasan, pesan

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Saben por qué la gente como yo no envejece, porqué a los 27 me veo de 17 o quizás menos; saben cómo  me pude saltar diez años que al ojo mundano parecen como si hubiese dado un salto que no duró más de un par de segundos, saben cómo. Yo cargo angustia, hay otros que cargan angustias, yo sólo cargo una, pero es suficiente como para una piel lozana, cabellos largos y brillantes, pies de niña y manos que al mirarlas parecen que no han tocado nada.
La gente como yo, no envejece, porque estancó su vida en un segundo y no dejó que nada de lo que pasaba la marcara, ni con cicatrices, menos con arrugas; mis arrugas van dentro, mis heridas sangran a diario y no expelen sangre. Mi cansancio, ya es tanto, que me permite correr con un constante dolor en el pecho, dándome esa inquietud del último respiro, pero se torna burlesco al permitirme otro día más.
Yo no le permito a la vida ponerme expresión en el rostro, no le dejo lugar al recuerdo de anécdotas que dejen algo que contar, yo me quedé en los 21, porque mi historia pende del día en que lo conocí, y con esa cara y ese cuerpo me quedé, para esperarlo, quererlo, amarlo, sin que note a su regreso, el paso del tiempo, porque mi tiempo no pasa, pesa.
Yo me veo joven desde ese día, pero de acercarse bien, verá que en la oscuridad de mis ojeras tengo años, arrugas, heridas y cansancio que cuentan lo que yo no hago, en las palabras que me cuestan a diario.-
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No fui la más bonita, no fui la legal, menos la principal. Tampoco la última, menos la primera, la del gran apellido, la de la gran billetera, ciertamente no fui la más bella; era la de las mañanas cualquieras, la de la puerta cuando el frío aquejaba afuera, la de la hora de once, la del pan, la de los huevos al desayuno, la que no tenía futuro; la de las manos, las risas, la de lágrimas y prisas, la que se fue sin avisar; fui la que no se despidió, la que mintió, la que lloró, pero por sobre todo, fui la que no se maquilló, no se peinó, no se vistió, sólo te amó.-
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